DUELO CRIOLLO EN CAÑADA HONDA
(Autor: Dante Pérez)
Foto ilustrativa
I
Los cascos del caballo no parecieron alterar la fisonomía del pueblo, que parecía aletargado, con la pasividad y la tranquilidad que siempre caracterizó a La Posta.
Ya en los últimos ranchitos a la salida del pueblo, el jinete detuvo su marcha y dijo a unos muchachones:
–Me han dicho que hay una gran fiesta por aquí cerca nomás.
–Hacia allá vamos, señor –contestaron–, son las Fiestas Patronales de Cañada Honda.
II
Caracoleó el corcel ante las primeras luces del pueblo. El jinete acarició el pescuezo del animal como dándole ánimo.
Cuánto hubiese dado un pintor por retratar aquel instante.
La sombra difusa del forastero sobre el caballo. Como fondo el silencioso monte y el cielo cortado a pique, con un techo azul lleno de miles de estrellas brillantes.
Al trote airoso entró por el costado de la plaza y se dirigió al lugar más bullicioso y alegre. Era el bar de Don Arturo Cardozo.
El hombre miró un instante como estudiando el lugar. Luego, a unos cincuenta metros, dejó su caballo mirando al sur.
Corría el mes de Mayo de 1935 y nada hacía prever lo que allí iba ocurrir.
III
Las guitarras abrían melodiosas las coplas que los cantores con esmero entonaban.
El forastero, apoyado en el mostrador, bebía copiosamente. Cuando de pronto pidió una guitarra se hizo un gran silencio.
Abrazó el instrumento casi con dulzura; los párpados de sus ojos casi se cerraron y de sus rústicos dedos salieron airosas y dulces las notas. De su garganta salió ronca su voz sentida que decía:
“Adiós luz del alma mía
adiós flor de mis llanuras
manantial de mis dulzuras
que mi espíritu bebía.
Adiós mi única alegría,
Dulce afán de mi existir”.
IV
De pronto detuvo su guitarra y la dejó a un costado; sus ojos de un brillo peligroso recorrieron las caras de la gente, que miraba en silencio al forastero. Su voz taladró provocativa hacia el gentío, que empezó a inquietarse.
–¡Dicen que hay un guapo en este lugar! –gritó– y quiero probarlo.
La gente se abrió en abanico y un solo hombre quedó al centro.
Rubén Ramos lo miró con sus ojos tranquilos y serenamente le dijo:
–Aquí solo hay gente trabajadora y buena pero acepto el convite.
Inmediatamente saltaron hacia el centro, rebenque en mano izquierda y facón en la derecha. Se cruzaron los rebenques en el aire y brillaron feroces los cuchillos. Un muchacho corrió rápidamente a avisar a la policía, que enseguida cruzó la plaza desenfundando sus revólveres. Entraron al boliche disparando sus armas y gritando:
–Alto en nombre de la ley.
Las mujeres chillaron y entre el llanto de los niños, el forastero aprovechó la confusión y con trancos ágiles saltó como un gato sobre su gran caballo tobiano, que como flecha partió hacia el sur.
Como a tres kilómetros detuvo su andar un instante, miró por última vez a lo lejos el titileo de los candiles del pueblo y, libre como el viento, como el vuelo de los pájaros, su sombra fue desapareciendo en la inmensa oscuridad de la noche.
Bar de Cardozo, lugar donde se produjo el duelo
El relato precedente es una recopilación que el señor Dante Pérez ha tomado de la gente vieja del lugar. El forastero era de apellido Gauna, lugarteniente del gaucho Muga, bandolero que asolaba la región norte de la Provincia de Córdoba.